Fue un
desliz, la simpleza de un instante...
Tarde de soleado mayo y sus trinos
margen de tranquilo río, largo paseo entre
verdes juncos,
silbidos y canturreos, piedrecitas en
circulares ondas,
abrazando el agua con simpático baile
recuerdos de juventud
Tú y solo tú que me das abrigo.
Acecinado como el cartón de relleno
estatua de
yeso sin vista en los ojos
ni olfato, ni ruido, la boca simulada,
niño perdido de erizado semblante
enfundado en un traje adulto sin que roce la piel
Fue un desliz y ya no estabas
En unos segundos ¡cuanto extrañar!…
Rígido de piernas y manos, corazón por
estallar
mi fiel… única compañera, descanso de mis
penas
cómplice en mis noches, amante insaciable de
sensaciones
Entendida de mí sentir
Me asusté de tu ausencia, me distraje…
¡Eso tuvo que ser!... cuando al girar la
cabeza
no abrazabas mis sentidos,
abisal furia sibilina que llegó a calvarse en
mi pecho
espadas punzantes antes el temor de mi perdida
y de pronto, aquí te encuentro, a mi lado
mí querida soledad, mi amante férrea y
eterna...
Rocío Pérez Crespo
José Manuel Salinas.
D.R.
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